Los sentimientos los tengo gronchos, todos amontonados,
prendidos fuego, tengo unos deseos brillantes, con ropa ajustada y dorada,
viniste caminando, hasta casi chocarme la cara; solté el vaso, te agarré de
atrás, te acerqué la cadera; la costura del pantalón terminó goteando, me
dejaste brillitos en los cachetes, pintalabios en los dientes.
Prendí dos fuegos, y te senté en el medio, las sombras
pintaban extrañas cosas en tus brazos tatuados, yo canturreaba una canción de
Elvis, mientras echaba flores secas sobre la leña, me acercaba cada tanto a
meter la lengua en tu oreja, la lengua en los ojos. Asamos unas frutas en unos
palos, vos mordías y se llenaba tu pera de jugo, tu boca de caldo. Y yo quería
que dure para siempre ese momento, que la imagen se repita una y otra vez, las
peras calientes reventando en tus dientes, toda chorreada de pegote tibio y
dulce, esperando que te limpie, que te lo quite todo.
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