martes, 9 de septiembre de 2014

Una noche soñé que alguien me decía:
Todo de lo que hablas suena tan cercano, tan bienintencionado
Un día desde temprano tuve un sentimiento amargo
Ese atardecer mi gata preciada había muerto
Todo lo que conocía en mi interior cambió
Se hizo otra cosa, se hizo distinto
Lo que se había agrupado y conformado, volcó
Lo que estaba entre mis manos del alma protegido como un suspiro, desapareció
Y luego en su lugar, dibujos y sombras, acuarelas transparentes de colores tenues
En las primeras etapas, adentrada en esa noche horrible
Desmentí las palabras del sueño
Luego, más avanzada, atraje todas las figuras existentes de la oscuridad
Mi cabeza fue un ramal dañino
Y las manos resucitaron a la maga herida que lastima por dolor en el corazón
La ficción no pudo nombrar los sucesos ya en la medianoche de la tragedia más dura
Me dije que no iba a haber perdón para la irresponsabilidad de mis actos
Y fui más contradictoria aun
 Y mi identifiqué con un sufrimiento inmortal, silencioso y voraz
No sentí mis piernas al buscarlas
Todo era el pecho, inflamado, irritado
Decir cascada de  mocos y llanto es  poco
Decir dolor en el chakra coronario no alcanza
Decir implosión es vehemente, pero no llega a graficar la totalidad
Decir: la base espiritual donde piso sufrió el desgarro de su mitad, y en mi santuario de lo intacto hoy convive una sombra monstruosa que no puedo controlar, de hecho no puedo ni intentar mirar
Despertar cuando el sueño está invadido por algo ajeno y desagradable, es saberse invadida la mañana, el mediodía y por lo menos la tarde. Y para cuando llega el atardecer la inercia dibuja despacio una frialdad confortable, pero es pronto, cuando llega, de nuevo, todo lo demás
Tiemblo, pero igual quiero escribir
Mi gata era un tesoro, un talismán, una diosa palpable, verdadera, la iluminación divina, que llaman, la dualidad en un solo cuerpo, la santidad y lo salvaje, lo espiritual en lo material, agua dulce, luz solar, la ternura  del rosado y la libertad de lo blanco, era todo lo que no puedo nombrar, y todo lo que este cuerpo corrupto no puede conservar, ni siquiera volver a tocar
Se necesita demasiada frialdad y adaptación para ser una sobreviviente, para seguir siendo visible, para seguir estando viva, por más que ya no sienta, por más que hayan cambiado mis paradigmas, esto que se pone apenadamente de pie y deambula y conversa es solo el cansancio del grito, el post mortem, el desagrado, el sinsabor

(De cómo corromper el poder personal, parte I) 

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