Quien quiera caer de cola en su
sombra que caiga
Yo, más bien, voy intimidando mis
secretos poniendo la cara
Una jeta exageradamente inclinada
hacia adelante
Que utilizo a modo de raqueta
Que se antepone y ataja cada
pelota, cada momento
Que contesta a los depredadores y
se permite laxa a cada estímulo inspirador
Que se invita ocurrente ante el
agobio, la desidia o la desesperación
Esta cara que puede ser el objeto
terco que se golpea una y otra vez contra la gran pared, solo por lo poético
del acto en si mismo
Que se burla mientras sonríe de
las marcas, los moretones, como una gran tormenta azul morado intimidante
Esta cara que mira hacia arriba y
es el techo del templo de lo innombrable
Que deja que la ternura y la
ferocidad le arañen hasta los párpados
Que observa el fin en silencio,
disfrutando del viento en contra, fuerte y afilado
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